Daniel Riveros, o Gepe para el medio artístico, lanza su segunda placa titulada “Hungría”, que sigue el camino pavimentado por el exitoso “Gepinto” de 2005. Desde esa fecha que Gepe, guitarra en mano y con una voz demasiado similar a otro artista chileno, golpeó fuerte y dio un refresco a la escena nacional, con un sentido del folklor más “urbano”; una importación directa de las tradiciones del campo a nuestro entorno de asfalto.
Decir que “Hungría” es un álbum que se esperaba con ansía no se encuentra alejado de la realidad. El éxito del primer trabajo del cantautor, las loas públicas que recibió y la gran cantidad de seguidores que esto catapultó fueron motivos suficientes para producir tales expectativas. Y la verdad, es que “Hungría” dejará contentos a todos, incluso a aquellos que como yo se mostraron suspicaces de las cualidades de la música de Gepe.
Para hablar de este largaduración, la verdad es que Gepe se arriesgó con importar a su estilo construcciones pop, similares a las de Javiera Mena, con bases más electrónicas y simples y arreglos ejecutados de la misma forma. Por lo menos, en ‘Esgrima’, ‘Gracia’, ‘Celosia’ y ‘No te mueras tanto’, el artista se las juega con este estilo diametralmente opuesto a su juego del “cantautor”.
Esta contraposición conciente es riesgosa. Gepe suena a sí mismo, pero sin ser él. Se aleja de donde se le nota más cómodo: su lado “trovador”. Como un animal fuera de su entorno natural, esta parte de “Hungría” se percibe ajena, pobre, en comparación a las bellas melodías de ‘357’, ‘A la vista’, ‘Samoriseva’, ‘Hungría’ y el corte final, ‘Hebra Fina’.
Esa onda más orgánica y no tan sintética le da a Gepe el cartel que le colocaron. Esa comunión íntima de su voz lacónica con su guitarra es la que se siente y disfruta de mayor medida. Y es también donde destaca lo mejor de su repertorio: las líricas pulcras y hermosas que pueden erizar los cabellos.
Un álbum disparejo, que responde al hecho de que Daniel Riveros se quiso alejar de su zona de seguridad, lo que es válido. Sin embargo, el esfuerzo fue en vano: Gepe no sería Gepe sin su guitarra ni su entorno “natural”, en vez de asuntos sintetizados.
Y en eso, “Hungría” puede que ratifique que su mejor postura es, sin dudas, esa de la guitarra al hombro, con sabor a campo, cantándole a la jungla de asfalto.
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